❇️
- Cristina Torreño
- 26 abr 2023
- 1 Min. de lectura
Volví a probar ese té de bergamota que tenía arrinconado en la despensa. Cada vez que abro la lata, mi cuerpo reconoce los pequeños rincones en los que puede sonreír sin prisa. Un par de cucharaditas, o hasta tres para la segunda taza. Solo unas notas, un aroma peculiar y la balanza cambia. Sé reconocer el olor sin mirar la etiqueta, hasta en ese puesto repleto de canastas de tés que se encuentra en el centro de la ciudad. Siempre me detengo allí por unos segundos. Los demás aromas quedan eclipsados por el de la bergamota. Una porción y los dos platillos se alinean. Quizás como en el amor, no se trate de poner mucho o poco; sino de que cada aroma pueda compensar al otro. Tal vez sea tu rastro para que no me olvide de la emoción al reconocer el perfume de tu alma.



Comentarios