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- Cristina Torreño
- 10 may 2023
- 1 Min. de lectura
Hoy vi un momento que me removió algo bonito en el interior. Una niña de tres añitos estaba en la librería y sus padres le regalaron un libro y un marcapáginas. Ella lo observaba con asombro y una respiración larga, parecía como si fuese a exhalar una pizca de futuro en su mirada. Algo en mí me decía que ese primer recuerdo quizás le haría sonreír con cariño más adelante. Mientras colocaba el marcapáginas, expresaba asombro como si entendiese que dentro del mismo libro había tantos acentos como quisiese. Quizás todos a veces necesitemos esa simplicidad, alguien que actúe de marcapáginas. Un acentuación de amor, un recuerdo sobre dónde te quedaste en el libro que tanto te gustaba para que así lo continúes. Tal vez exista un marcapáginas vital para cada persona, encontrarlo es una historia de suerte



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