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  • Cristina Torreño
  • 28 dic 2022
  • 1 Min. de lectura




Este año tampoco he escrito en la arena aquellos momentos que me hubiese gustado que el mar se llevara para traerme otros distintos. Para cuando quise darme cuenta, ya era otro día y otro. Anhelaba que inesperadamente me pidiese perdón. Eso nunca sucedió, las olas irremediablemente tampoco son capaces de volver hacia atrás. Las lágrimas tampoco, simplemente un día se vuelven flojas y dejan de salir. Si algo he aprendido del mar es sobre el ímpetu de seguir pasando en cualquier escenario meteorológico; y si no logra suceder en algún lugar, se abre camino hacia otro. Así es él, nunca nos borra las huellas sino que nos las dibuja en su arena para que sigamos latiendo con el rumor que canta el oleaje. Y así hasta el que bum bum encuentre su ritmo y con quién compartirlo.

 
 
 

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