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Dime cómo cierras las puertas, y te diré cómo estás

  • Cristina Torreño
  • 26 feb 2021
  • 1 Min. de lectura

Siempre digo que cuando viajaba adquiría manías raras, absurdamente intransferibles. Una de ellas es la de ser una perfecta observadora de cómo las personas cierran puertas. Es un detalle muy sutil, pero revelador. En mi año Erasmus, empecé a ser muy cuidadosa con las puertas porque hacía mucho frío. Si las dejabas abiertas más del tiempo necesario, aunque fuese la del salón, el calor desaparecía. Ahí comencé a prestarle atención, a la relación personas-puertas. Cuando un amig@ me invitaba a su casa, procuraba cerrarlas y abrirlas con delicadeza. Sabía enseguida el estado de ánimo de una persona por cómo la tocaba y la impulsaba. Eran cómo denotadores instantáneos de qué siente alguien al estar dentro en el lugar de otro. Desde entonces me he vuelto muy sensible a esos pequeños detalles, los portazos me ahuyentan como a un gato. Me gusta la gente que cuida la forma en la que entra y sale de los sitios porque se ganan las bienvenidas continuamente. Son esos pequeños detalles los que hacen de mis amigos esas personas a las que poder recibir sin pensármelo.

 
 
 

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