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Ingravidez pesada

  • Cristina Torreño
  • 24 ene 2021
  • 1 Min. de lectura

A veces hay manías que aparecen para instalarse toda una vida. Son como atajos pequeñitos emocionales que te envuelven cariñosamente sin que te des cuenta. Una de ellas puede ser perfectamente el utilizar tu afición para construir todo un mundo, hábitos, un entorno .. y no saber usar otro puente para hacer ese tipo de cosas . Otra puede ser tan tonta como una que tengo yo. Una de mis grandes manías es bailar sin hacer ruido, es decir sin pisar más de lo necesario y que suene dónde no tiene que sonar. Esa maravillosa estridencia la adquirí en unas clases de baile cuando estaba en una ciudad muy lejos de España. La profesora de jazz me gritaba constantemente: "Si haces ruido como un elefante al bailar, estás perdida". Creedme que de tanto repetirmerlo tengo como una especie de barrera que me ha hecho ser una persona muy silenciosa cuando bailo. Mis pies se han acostumbrado a las puntillas y las amortiguaciones. Pero no solo ellos, ese hábito de ha extrapolado también a cuando hablo y a veces hasta me han tenido que pedir que grite para que se me escuche normal. Si en aquel entonces me hubiese dado cuenta de que quien me enseñaba acerca del silencio estaba haciéndolo a base de gritos, hoy probablemente se me escucharía más. O quizás no, tal vez su tono fuera de aquel espacio me enseñó algo aún más valioso: a no hablar lejos de mí y hacer un ruido innecesario.

 
 
 

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