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Las estaciones centrales y los locos

  • Cristina Torreño
  • 24 ene 2021
  • 2 Min. de lectura

Algo que siempre me ha fascinado han sido las estaciones de trenes, pero no todas sino las centrales.

Con unos pocos años menos decidí pasar un Verano en Múnich. Una amiga de mi tía me acogió en su casa, más bien en su aldea en la que si los paisajes eran increíbles la soledad lo era más aún. Recuerdo que durante dos semanas lo llevé medianamente bien. Cuidaba de su hija de tres años y hasta los hice felices porque pudieron ir a cenar con despreocupación por primera vez desde el nacimiento de Hanna. Aquella noche la niña y yo vimos en bucle una película del osito de hielo. Estábamos en una casa en medio de una colina dónde solo pasaban Ferraris millonarios, pero ningún alma. Imaginaros mi cara al ver aparecer a esos padres de nuevo por la puerta de la casa. Disimulé porque realmente los vi felices. A los pocos días, me dije que necesitaba un poco de vida urbanita y con toda la locura cogí el tren y me fui sola a la ciudad. No conocía Múnich, absolutamente nada de ella. Sólo sabía que tenía que bajarme en la estación central y si andaba un poquito me hallaría en el centro de la ciudad. Mi idea era buscar alojamiento y curso de alemán pero ni siquiera sabía en qué dirección se encontraba el centro, si a la izquierda o a la derecha. Iba con un mapa en mano y un loco me acechó en seguida, sus pintas eran ridículamente de miedo. Llevaba unos pantalones dorados, un cinturón enorme con el símbolo del dollar, un sombrero de vaquero rojo y una camiseta estridente naranja. Me dijo que si subía a la segunda planta de la estación, me llevaría al centro de la ciudad. Yo me descojonaba por dentro, pero a la vez me aterrorizaba. ¿Quién se iba a creer para ir al centro tuviese que desplazarme hasta la

segunda planta? . Me hice la loca y una señora enseguida me agarró del brazo y me dijo: "Cuidado, las estaciones centrales atraen a mucho loco" y me ayudó a encontrar el centro. Algo que aprendí de aquello es a no ir nunca con un mapa en mano, porque aunque sepa a dónde quiera ir.. El camino probablemente sea aún un desconocido; y miemtras llegamos o no, probablemente nos asaltarán peligros que nos harán sentir muy inseguros. Otra cosa que aprendí es que siempre para ir a un lugar importante, hay que pasar antes una estación central, nos guste o no. Una parada en el medio puede acercanos más de lo que creemos a nuestro destino.

 
 
 

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