Remedios para unas letras curiosas
- Cristina Torreño
- 30 ene 2022
- 5 Min. de lectura
Sevilla, 30 de Enero 2022
Querida primera Seño Remedios:
Profe han pasado un par de décadas desde que colocaste la primera baldosa de mi mosaico de letras. Supongo que eso es algo que se va descubriendo con el paso de los años, pero en aquel primer curso cogí el lápiz y aún no lo he soltado. Me enseñaste que, al igual que dice tu nombre, hay remedios para los que tratamos de traducir este mundo en letras y nos salimos de los números porque sencillamente nunca los entendimos; en cambio las historias consiguen hacernos soñar y mantenernos despiertos al mismo tiempo. Me acuerdo de aquella carta que te escribí después de aquel aparatoso accidente de tráfico que te mantuvo fuera de las aulas durante una larga temporada. Estuviste meses sin aparecer por clase y te eché de menos. Del sustituto no recuerdo absolutamente nada. Lo único que mantiene mi memoria de aquella carta, es que lloraba inexplicablemente mientras la escribía y que te adjunté una postal de un santo llamado Fray Leopoldo. Nunca he sido muy creyente es religiosos canonizados, pero mi familia algo sí y cada solución milagrosa se la habían atribuido a él. También recuerdo que decía que te recuperases pronto, que echaba de menos tus clases de lengua española y que odiaba las de matemáticas. Tenía solo 7 añitos. Por aquel entonces intuía que mis tías y abuelos más que depositar su fe en la magia de aquel señor, que se ha convertido en un lugar de peregrinaje muy visitado en Granada, lo que más curan son los corazones y sus emociones. No sé si guardarás aquella carta, lo que sí conozco es que lloraste cuando te la entregó mi madre en una tutoría. A mí me hiciste sentir comprendida. Sabía que era una niña sensible, incapaz de calcular mis sentimientos. Las matemáticas solo las entendía para sumar los días que faltaste a clase. Cuando volviste, me invadieron la vergüenza y la alegría a partes iguales. Justamente ahí, descubrí el poder las historias; y a mí me encantaba viajar, aunque de una manera sedentaria, entre letras e imágenes. Compartía curso con mi prima hermana y a veces te ponía en un gran aprieto. Te solía preguntar delante de mi prima ”Seño ¿Qué es más importante la Lengua Española o las Matemáticas? Y tú siempre respondías diplomáticamente, que ambas tenían la misma importancia y eran igualmente necesarias para la vida; solo que dependían en gran medida de lo que hiciéramos con ellas. Años más tarde, fui una buena alumna pero a la vez un tanto errante. Me convencí a mí misma que en Bachillerato tenía que escoger un itinerario de Ciencias. Conseguía ir aprobando, pero repetí un curso. Aquel año descubrí mi cabezonería, entre otras cosas. Queriendo hacer lo mejor para mi alrededor, descuidé mi interior. Aprendí tanto sobre las Ciencias de la Salud durante esos años, que no me cabe duda de que hoy en día me interesa el mar más aún desde que la teoría del caldo primordial aparecía hasta en la sopas de las noches. Otra teoría que también va ligada al mar y a aquella época, era la de la erosión y sedimentación de los paisajes rocosos que delimitan al mar. Por aquel entonces, me había dado cuenta de que la vida te va erosionando los suelos por donde has pasado o continúas insistiendo; pero que también te los sedimentando y va uniendo pedazos de ti cual baldosas de un mosaico. Sería incapaz de decir que amase aquello, se me daba fatal la química y sus respectivos problemas de moles. Estos galimatías químicos no me ayudaban a calcular el verdadero peso de las personas y de lo que les hacía bullir por dentro. En el último curso leíamos a menudo a Juan Ramón Jiménez y cómo usaba la ortografía a su libre albedrío. La rebeldía de su propia expresión le había servido para perdurar en el tiempo y en la literatura. A menudo me encontraba diciéndome a mí misma ¿Para qué quiero resolver reglas de tres de química, si esta persona con las suyas propias ha descubierto un mundo nuevo porque él mismo era su principios básicos? Concluí aquel bachillerato, no sé ni cómo lo aprobé porque estaba muy metida en un ritmo rap. Para todo aparecía una palabra y aquello acabó siendo incómodo e incompatible. Después de aquello vinieron Turismo, Filología alemana y Periodismo. Tantos años de exámenes me han dado una experiencia terrible sobre lo que no debo aprenderme y qué es mejor olvidar. Decían que en la Antigüedad los navegantes se orientaban el mar a base de narraciones que leían para no perderse o acabar naufragando. La mayoría de los que dirigían un barco, carecían de conocimientos técnicos acerca de la navegación y esto resultaba en descubrimientos inesperados. Muchos de estos intrépidos del mar interpretaban de modo diferente las narraciones guía y acababan encontrando nuevos territorios. Supongo que he comprendido que quizás sea como uno de esos marineros que no entendían los mapas y le tenían que narrar los viajes para llegar a tierra o encontrar mejor puerto. Aún así, hace dos años mientras visitaba la Alhambra hallé la importancia de construir bien, una vez estando en tierra firme. Y aquí es donde entran las matemáticas, dónde menos me lo esperaba porque en la belleza y en lo perdurable abunda. La Alhambra es un lugar recubierto de baldosas que conforman mosaicos hipnóticos. El orden de estas teselas te enseñan que nada es producto del azar y cómo se configura algo de lo que no podemos prescindir. Me asombraron aquellos mosaicos de estrellas, de rombos, de figuras geométricas.. En cada vértice la suma es mágicamente de 360º y cada pieza tiene un ángulo interno de 60º que al sumar dan el resultado de 360. La mayor parte de estos mosaicos están insertados en un rectángulo que tiene la misma forma que un folio blanco A-4 para escribir. Como verás donde hay belleza, hay secretos matemáticos y la Alhambra los tiene por doquier. Pero aquí no acaba todo, pues la mayoría de las puertas de la Alhambra poseen una proporción rectangular que a mí me encanta imaginar como hojas A4 gigantes. Además dice una leyenda que más de alguna de las figuras geométricas representadas en la Alhambra, tienen su correspondencia con letras de un alfabeto antiguo y sus símbolos. Después de todo, creo que indudablemente tanto las narraciones me ayudan a perderme y encontrarme en el mar de mi interior; y que los números han logrado hacerme entender que algo que se queda siempre, suma como los secretos matemáticos de la belleza y la perdurabilidad en el tiempo.
Gracias por traerme las letras curiosas a casa.
Cristina



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