Repiques de carne y hueso
- Cristina Torreño
- 1 jun 2022
- 1 Min. de lectura

Hoy miraba las campanas que estaban en lo alto, tan solo fue durante un abrir y cerrar de ojos pues estaba de paso por ese lugar. Al rato, las escuché mientras estaba aprendiendo varios acordes de "let It be". Paré lo que estaba haciendo, me detuve por unos segundos. En mi mente bailaban las campanas y lo hacían sin perder el ritmo. Habían estado durante varias horas calladas, pero justamente al caer el día se hicieron presentes e inundaron todos los espacios. Me sentí impregnada por su sencillez, la de el estar todo el día en silencio para dar lo mejor de sí cuando se las requiere. Y es que podría estar matriculada media vida en sus cambios de reposo a movimiento, que mi repique seguiría sonando a carne y hueso; y a esas pequeñas cosas que me visten de este mundo. Entonces entendí que mi coreografía era otra, llena de improvisaciones y momentos que unir; que era más compleja. Entendí que estaba suspendiendo porque mi tarea no era la de simplificar al aire, sino la de reducir mis pasos fuera de música. Y ahí te busco, y me busco, entre los pasos que sepan estar acordes con el futuro.



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