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Untitled

  • Cristina Torreño
  • 29 ene 2021
  • 1 Min. de lectura

Nunca más volvió a verle porque le encontraba en todos lados y en ninguno al mismo tiempo. El agotamiento la envolvió como una camisa de fuerza. No le pasaba nada, no estaba loca. Tan solo quería seguir volando, aunque fuera bajito. Aquel árbol de raíces que rompían el suelo, era su hogar y a él volvía. Ese árbol tenía más fuerza que el cemento artificial, por muy nuevo que este último fuese. Así lo demostraba

cada primavera que vestía el suelo con sus pétalos. Y así el pájaro volvía cada día a su árbol pipiando que nunca dejase de creer en su propia naturaleza

 
 
 

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